14 de septiembre: ¡Feliz Día de Fiesta!

Hoy celebramos nuestra Fiesta Patronal, la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Vemos esta señal, la Santa Cruz, al bautizar a los niños, en los “cruces” de los caminos, en la cabecera de la cama, en la delantera de los coches, en el recuerdo de los muertos, al salir de casa, y en mil momentos más. También abusamos de ella. Cuando hacemos la Cruz de una manera mágica u ostentosa y cuando la llevamos como adorno precioso o señal de dignidades. La Cruz es la Cruz de nuestro Señor. Es el instrumento de nuestra redención.
La muerte en Cruz era el suplicio reservado sólo para los esclavos, tan cruel como lleno de ignominia. ¿Cómo se podía pensar que la redención podía venir de la impureza de un cadáver? Sin embargo ahí está la paradoja. Un hombre inocente carga con todos los pecados de la humanidad. Condenado, no condena. En el mayor dolor brilla el mayor amor.
La Cruz de Jesús, dando muerte al pecado, es causa de reconciliación. Reconciliación de los hombres con Dios. Pero también de gentiles y judíos, de la economía de la ley y de la economía de la fe. Pero aún sorprendemos otra paradoja que da nombre a la fiesta de hoy. Este condenado, sometido a la máxima humillación, envilecido, desnudo, es exaltado, elevado como la serpiente en el desierto (Números (21,4-9), en signo de salvación para cuantos le contemplan. Es la exaltación del amor: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo.” (Juan 3,16) Jesús nos dice que tomemos “nuestra” Cruz y le sigamos. Pues, venga, tomemos nuestra Cruz, amemos como Jesús nos mandó: perdonemos y bendigamos a los que nos maldicen, estemos dispuestos a ser perseguidos por la justicia. Si amamos, siempre encontraremos la Cruz. Entonces, sí que podremos repetir con San Pablo: “Lejos de mí gloriarme sino en la Cruz de Cristo.” (Gálatas 6,14-16)
Oremos. “Señor Dios, haznos ver el valor redentor del sufrimiento. Danos la mentalidad de Jesucristo: prepáranos para ser totalmente cristianos; totalmente comprometidos contigo y tu pueblo, incluso a costa del sufrimiento. Danos fuerza para seguir el camino de tu Hijo, Nuestro Señor. Amén.”

 

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