13 de enero: “Señor, Enséñanos a Orar.”

Todos los seres humanos, estamos formados por una parte material que es el cuerpo y por una parte espiritual que es el alma. Tanto nuestro cuerpo como nuestra alma tienen una serie de necesidades. Solemos atender con mayor frecuencia y rapidez las necesidades del cuerpo y dejamos muchas veces a un lado las necesidades del alma. Cuando esto sucede, experimentamos un vacío en nuestras vidas. Es importante saber atender a nuestra identidad completa dándole al alma la importancia que merece.

La oración es tan necesaria en nuestra vida espiritual como lo es respirar para nuestra vida del cuerpo. El hombre, por estar formado de alma y cuerpo, tiene en su misma naturaleza una sed de cosas infinitas, siente la necesidad de conocer a Dios, intuye la presencia de un Ser Superior, de Alguien infinito que es la respuesta a sus necesidades.

La oración cristiana es una oración personal (de persona a persona) en la que nosotros hablamos con Dios que nos creó, nos conoce, y que nos ama. Nuestro Dios es una persona, no algo etéreo como el cosmos o el universo. No es un dios “cósmico,” es un Dios con el que podemos dialogar de persona a persona porque nos conoce a cada uno y sabe qué es lo que necesitamos. Dios es un Padre que nos ama, y con la oración nosotros participamos de su amor. Es un Padre que llena de bendiciones a sus hijos.

Aprender a orar es aprender a estar atentos a la acción de Dios. Así como los deportistas se preparan y entrenan para conseguir mejores resultados, el alma tiene capacidades espirituales que pueden estar dormidas por falta de preparación y entrenamiento. Si nosotros aprendemos a orar, encontraremos en Dios la respuesta a todas nuestras inquietudes, encontraremos la paz espiritual, y nuestro corazón se encontrará lleno de energía para dar amor a los demás.

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Reflexión de Joseph Ratzinger (luego el Papa Benedicto XVI) sobre la oración en la vida del cristiano: “Desde que el hombre es hombre, reza. Siempre y por doquier el hombre se ha dado cuenta de que no está solo en el mundo, que hay Alguien que lo escucha. Siempre se ha dado cuenta de que necesita a Otro más grande y que debe tender a Él para que su vida sea lo que tiene que ser. Pero el rostro de Dios siempre ha estado velado y sólo Jesús nos ha mostrado su verdadero rostro. “El que le ve a Él ve al Padre” (Juan 14,9) Así, pues, si por una parte al hombre le resulta natural rezar (pedir en el momento de la necesidad y dar gracias en el momento de la alegría), por la otra, está siempre nuestra incapacidad de rezar y hablar a un Dios escondido. “No sabemos pedir como conviene,” dice San Pablo (Romanos 8,26). Por eso, debemos decirle siempre al Señor, como los discípulos: “Señor, enséñanos a orar.” (Lucas 11,1)

La Importancia de la Oración: https://youtu.be/rXQTsvlFOCw

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