12 de octubre: El Mes del Rosario

Estamos celebrando el Mes del Rosario. Como sabemos de experiencia, el Rosario es una oración maravillosa donde se exalta la gran misericordia de parte de Dios a través de Santa María en cada estación, en cada Ave María, y en cada Padre Nuestro.

El Rosario no conoce divisiones, no conoce fronteras, ni idioma, ni tradiciones, ni costumbres. La oración llega al corazón del ser humano y nos ayuda para ver que Nuestra Madre Santísima está con nosotros en cada momento de nuestra vida, desde nuestra concepción, desde nuestro bautismo, así como en la Eucaristía o con nuestros enfermos, o confirmando nuestra fe, en el matrimonio o en la vida consagrada, y en nuestra conversión.

El Rosario ahora se vuelve más fuerte, más importante, para afrontar estas situaciones difíciles de la vida que nos ayudan a profundizar más nuestra fe, a poner toda nuestra confianza en Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida. Es una oración de encuentro con Dios y con el hermano y la hermana como verdadera familia de Dios, civilización de su amor. Gracias a Dios y gracias a las inspiraciones de nuestra Madre, podemos rezar el Rosario en cualquier momento y en cualquier lugar, pero siempre con el corazón y el alma abierta al mismo amor de Dios y la intercesión de la Virgen.

Según Santa Teresita del Niño Jesús (Teresita de Lisieux): “Con el Rosario se puede alcanzar todo. Según una graciosa comparación, es una larga cadena que une el Cielo y la tierra, uno de cuyos extremos está en nuestras manos y el otro en las de la Santísima Virgen. Mientras el Rosario sea rezado, Dios no puede abandonar al mundo, pues esta oración es muy poderosa sobre su Corazón.”

Oremos. “Oh Rosario bendito de María, dulce cadena que nos une con Dios, vínculo de amor que nos une a los Ángeles, torre de salvación contra los asaltos del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no te dejaremos jamás. Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía. Para ti el último beso de la vida que se apaga. Y el último susurro de nuestros labios será tu suave nombre, Oh Reina del Rosario, Madre nuestra querida, refugio de los pecadores, soberana consoladora de los tristes: Que seas bendita por doquier, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo. Amén.”

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