12 de enero: Adoración

Adoración Eucarística es adorar a la divina Presencia Real de Jesucristo, Dios y hombre verdadero, en la Eucaristía.

Jesucristo, al comer la Pascua judía con los suyos, aquella noche en la que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, dando gracias bendijo al Padre y lo pasó a sus discípulos diciendo: “Tomen y coman todos de él, esto es mi cuerpo que será entregado por ustedes,” y al final de la cena, tomó el cáliz de vino, volvió a dar gracias y a bendecir al Padre y pasándolo a los discípulos dijo: “Tomen y beban todos de él, este es el cáliz de mi sangre. Sangre de la Alianza Nueva y Eterna que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados.”

Jesús dijo sobre el pan: “Esto es mi cuerpo,” y sobre el vino: “Esta es mi sangre.” Pero, no sólo eso, agrego también: “Hagan esto en conmemoración mía.” Les dio a los apóstoles y a la Iglesia entera el mandato, “hagan esto,” el mandato de hacer lo mismo, de repetir el gesto y las palabras sacramentales. Nacía así la Eucaristía y el sacerdocio ministerial.

Cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras consagratorias es Jesucristo quien lo ha hecho y se hace presente su Cuerpo y su Sangre, su Persona Divina. Porque Jesucristo es Dios verdadero y hombre verdadero. Siendo Jesucristo Dios y estando presente en la Eucaristía, entonces se le debe adoración.

Es decir, en la Eucaristía adoramos a Dios en Jesucristo, y Dios es Uno y Trino, porque en Dios no hay divisiones. Jesucristo es Uno con el Padre y el Espíritu Santo y, como enseña el Concilio de Trento, está verdaderamente, realmente, substancialmente presente en la Eucaristía.

La Iglesia cree y confiesa que “en el augusto sacramento de la Eucaristía, después de la consagración del pan y del vino, se contiene verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo la apariencia de aquellas cosas sensibles.” Ofrecemos la Adoración todos los jueves (de 8:30am hasta 8:30pm) en nuestro templo. Todos están invitados a unirnos.

Oremos. “Señor, Dios nuestro, enséñanos a vivir en nuestros corazones el misterio de la Pascua de tu Hijo, por el cual, Tú redimiste al mundo. Cuida amorosamente los regalos de gracia que por tu amor hemos recibido y llévalos a su culminación en la gloria del cielo. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.”

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