10 de mayo: San Damián de Molokai

La Iglesia hoy ¿está realmente abierta a todos? ¿No hay acaso distinción de color, lengua, y clase social? ¿No hay acaso discriminación contra los pobres, contra los enfermos (los “leprosos” de nuestro día), contra gente de “mal historial,” gente de pelo largo y desmelenado, de gustos musicales diferentes? ¿Cuáles son las cosas realmente importantes y que son objeto de fe? ¿Qué es lo que realmente hace que vivamos y permanezcamos en el amor de Cristo?

¡Qué magnífico y bello sería un mundo (incluso una Iglesia) sin prejuicios ni discriminación, donde las personas sinceramente se aceptaran, se apreciaran, y se amaran unas a otras! Que nosotros al menos nos contemos entre los que se esfuerzan denodadamente por lograrlo.

La Iglesia celebra hoy el día festivo de San Damián, sacerdote belga que, con su corazón muy abierto, consagró su vida al servicio de los leprosos en la isla de Molokai, en el archipiélago hawaiano.

Con su testimonio de entrega al servicio de los leprosos en Molokai, el Padre Damián encarnó aquella enseñanza de Jesucristo en la Última Cena con sus discípulos: “Nadie tiene mayor amor que aquel que da su vida por sus amigos.” (Juan 15, 13) Lo han llamado “el leproso voluntario,” porque con tal de poder atender a los leprosos que estaban en total abandono, aceptó volverse leproso como ellos.

La homilía del Papa Benedicto (11 de octubre de 2009), el día de la canonización de San Damián: https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2009/documents/hf_ben-xvi_hom_20091011_canonizzazioni.html

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