1 de junio: San Justino, Mártir

“La oración y la acción de gracias son lo que más agrada a Dios.”

San Justino nació alrededor del año 100, en la antigua Siquem, en Samaria. Sus padres eran paganos, de origen griego, y le dieron una excelente educación, instruyéndolo lo mejor posible en filosofía, literatura, e historia.

En sus libros, nos cuenta que tuvo un largo camino filosófico de búsqueda de la verdad, luego del cual, llegó a la fe cristiana. Fundó una escuela en Roma, donde enseñaba gratuitamente a los alumnos en la “nueva religión,” considerada como la verdadera filosofía. En ella, de hecho, había encontrado la verdad y por tanto el arte de vivir de manera recta. Una vez convertido a la causa de Cristo, San Justino se dedicó a defender las verdades reveladas por Dios haciendo uso de las herramientas conceptuales con las que nos provee la razón. Por este motivo fue denunciado y fue decapitado en torno al año 165, bajo el reino de Marco Aurelio.

San Justino y su obras demuestran cómo la Iglesia celebraba el culto desde sus inicios. Las actas que se conservan acerca de su martirio son uno de los documentos más impresionantes que se conservan de la antigüedad.

Oremos. “Dios nuestro, que enseñaste a San Justino a descubrir en la locura de la Cruz la incomparable sabiduría de Jesucristo, concédenos, por la intercesión de éste mártir, la gracia de alejar los errores que nos cercan y de mantenernos siempre firmes en la fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. Amén.”

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