1-2 de mayo: Preparándonos para Celebrar la Misa Dominical

La alegoría o comparación de la vid y los sarmientos en Juan 15,1-8 es de tal belleza y claridad que en seguida acapara nuestra atención. La idea que, en el marco de la Última Cena, Jesús quiere transmitir a sus discípulos por medio de esta especie de parábola es de gran sencillez y extraordinaria clarividencia: entre Él y sus discípulos, hay “comunión de vida,” una vida de calidad divina que fluye de Cristo a los discípulos. A la manera como el sarmiento vive y da fruto gracias a su inserción en la vid, así los discípulos sólo pueden dar fruto si permanecen unidos a Jesús. Lo recalca el propio Jesús: “Sin mí no pueden hacer nada.” Él y sus discípulos se distinguen, no se confunden, pero, no obstante, se integran en una unidad. Esta unión consiste en la mutua permanencia de los discípulos en Jesús y de Jesús en los discípulos.

La vid es una planta que da el fruto provechoso de la uva. El Padre favorece la comunión de los discípulos con Jesús podando los sarmientos que llevan fruto para que su fruto se acreciente y mejore en calidad; pero si el sarmiento se desconecta de la vid (ejemplos: por su desatención a la Palabra de Jesús, su abandono de la oración, su alejamiento de los Sacramentos, o el endurecimiento del corazón para los hermanos), termina secándose y el Padre lo corta (no tiene por qué ser inmediatamente, pues la misericordia de Dios no tiene límites). Al igual que el fruto colma la satisfacción del agricultor, así el buen discípulo, llevando una vida semejante a la de Jesús, es la gloria del Padre, que se gloría de que el hombre viva.

Oremos. “Oh Dios, fuente de vida y amor, tú has querido hacerte muy cercano e íntimo a nosotros en tu Hijo Jesucristo. Por medio de Él podemos vivir tu vida, rica y generosa, y que alcanza a los hermanos y hermanas, ya que Cristo vive en nosotros y nosotros podemos vivir en Él. Que tu Hijo nos reúna a todos juntos en Él, que todos lleguemos a ser sarmientos de la misma vid, y que el vino nuevo de justicia y amor llene toda esta nuestra tierra con alegría y paz. Te lo pedimos por medio de Aquél cuya savia de vida fluye en nosotros, Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

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